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La crisis como coartada

He llegado a la conclusión de que para hacer un análisis desapasionado y objetivo de nuestro Gobierno, deberíamos dejar a un lado la crisis económica. Es tan grande, tan imprevista, tan generalizada y cuenta con tantas aristas, opiniones y juicios de tantos y tantos expertos que opinan en un sentido y en el contrario, en el minuto anterior y en el siguiente, que cualquier análisis del Ejecutivo que preside Mariano Rajoy carecería de valor. Por lo tanto, lo que me propongo es analizar a este Gobierno obviando ese macroproblema.

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Asuntos Exteriores: el señor García Margallo comenzó haciéndole guiños a Argentina, y alardeando de "patriotismo peñonero", intentando darle lecciones de “descolonialismo” a Gran Bretaña que, a la postre, se tuvo que merendar, sin pan y sin agua.

Lo último ha sido la insuficientemente explicada repatriación de los cooperantes españoles de Tinduf. De todas formas, para sonrojarse con nuestro ministro de Exteriores solo hace falta dar un repaso a sus actuaciones.

Educacion: el ministro de Educación centró su acción en la reforma de la asignatura Educación para la Ciudadanía. Sencillamente, es de pena que la formación de nuestros jóvenes dependa de la capacidad de persuasión de una doctrina religiosa y que nuestros responsables políticos no tengan ni la capacidad ni la intención de liberarse del yugo religioso estando ya en el siglo XXI. Y no estamos hablando de analfabetos, sino de gente que se supone magníficamente preparada.

Sanidad: su obsesión fue paralizar iniciativas autonómicas e implantar el copago. Es una verdadera obsesión del partido que sustenta al Gobierno erradicar cualquier atisbo de gratuidad, aunque ello se haya pagado previamente, o aunque esa gratuidad sea un elemento fundamental en los principios más básicos de justicia social.

Lo último ha sido pregonar el hallazgo del siglo: “existen 150.000 tarjetas de la Seguridad Social en vigor de personas ya fallecidas”, es decir el 0,35 por ciento de la población española. En España mueren al año alrededor de 400.000 personas, con lo que esa cifra de “fraude” podría equivaler a los fallecidos en unos cinco meses que, quizá, todavía no se han actualizado.

Hacienda: cuando más confianza necesita el país, “donde dije digo, digo Diego”. Solo pedimos seguridad. Si no sabe, calle; y si no sabe qué va a ocurrir diga "no lo sé". A veces, oyendo a alguien, da la impresión de que cierta “seguridad” no es más que insolencia.

Economía: el caso más grave y evidente de la crisis económica ha sido el de Bankia. Pues bien, todos sabemos que el Gobierno solo no puede solucionarlo. También estaríamos dispuestos a admitir que los ciudadanos somos los responsables con nuestros fastuosos gastos... Pero, ¡por dios, ministro! no encienda la mecha con la traumática dimisión en pleno vendaval. Necesitamos cerebro, no vísceras.

Agricultura y Medio Ambiente: se ha ocupado en hacer una Ley de Costas a medida: a medida de determinados intereses, no de los del país.

Vicepresidencia del Gobierno: su misión ha sido prácticamente la de recordarnos lo malos que hemos sido con nuestros inmerecidos dispendios e iluminarnos los caminos del purgatorio. Una luz de moral ahorradora.

Justicia: he preferido dejarlo para el final. Nos pretende aportar una reforma del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que se ha hecho con el tiempo inoperante, debido en gran parte a la politización que del mismo ha venido haciendo el PP desde que tenemos la democracia en España.

Y ahora, pretende ungirse en redentor y obligar al país a pasar por su propia concepción de la Ley de Interrupción Voluntario del Embarazo. Y me pregunto: este ministro ¿está endiosado?, ¿Fanatizado? ¿O se trata de un fundamentalista católico?

No sabría qué responder. Lo que sí parece es que expertos ya le han indicado que su propuesta no parece ni siquiera contar con una mínima caridad humana, y parece partir de creencias personales, o sugeridas por la Iglesia Católica, en un país que el señor Gallardón no debe olvidar que se declaró aconfensional.

Presidencia del Gobierno: nos prometió seguridad; nos prometió ganar prestigio; nos prometió arreglar los problemas del país e, insisto, dejando a un lado la crisis económica, ¿qué problemas del país ha arreglado?

El anterior análisis son solo pinceladas, no un repaso riguroso de la gestión de los ministerios del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Aunque estoy convencido de que si lo hiciéramos más pormenorizado, saldrían mucho peor parados. Por lo tanto, si intentamos separar el grano de la paja en la gestión de este Gobierno, lamentablemente da la impresión de que solo encontraríamos paja.

No obstante, esta situación de ineficacia y atrincheramiento no es lo verdaderamente preocupante. Lo grave es que el Ejecutivo parece haber cogido la crisis como coartada y la imposibilidad de hacer una autocrítica real de su gestión lo convierte en incapaz de llevar a cabo una política acertada en cualquier asunto.

PEPE MOLINA
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