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Ministerio de Propaganda

Con la información no se juega. Las reglas de la democracia implican la aceptación de la carga ideológica de las políticas que ejerza el partido en el poder, pero la diferencia entre un Estado totalitario y uno democrático reside en la libertad de información y en el derecho a ser informado de manera imparcial cuando se trata de una cadena pública.

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Para seguir líneas ideológicas ya tenemos el quiosco, todas las mañanas, exhibiendo periódicos de uno u otro signo y, gracias a la televisión digital, un sinfín de tertulias en multitud de canales donde elegimos, mientras resistan las pilas del mando, a quién queremos que pongan a parir.

Pero, oiga, que la pública la pago con mis impuestos, y ya se hacen bastantes despilfarros como para que unos y otros la utilicen como altavoz del Gobierno. Es hora de reflexionar sobre los verdaderos objetivos que cimentan la necesidad de una televisión pública, porque en esta época de austeros todo lo accesorio debería sobrar, no vaya a ser que nos demos cuenta de que sólo sobra lo realmente necesario, que de momento parece que nos tienen bien engañados (bendita economía sumergida, porque si no, como diría Jorge Javier Vázquez, filósofo contemporáneo e ídolo de masas, "sin dinero negro, la gente estaría destrozando escaparates").

Me sangran los ojos de ver a abuelos "salaos" buscando pareja, a ser posible varias décadas más jóvenes (coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto...), y soy más rápido cambiando de canal que Billy El Niño batiéndose en duelo cuando escucho los sones de María de la O.

¿En qué se basa la necesidad de la existencia de Canal Sur? ¿Es que esos niños no estarían mejor jugando en su plazoleta que tocando el tambor y cantándole letras de carnavales a Rociíto, insigne donde las haya?

Si con mis cada vez más boyantes impuestos he de pagar una televisión pública, necesito que en ella se me ofrezca lo que no soy capaz de encontrar en las televisiones privadas, y qué menos que información imparcial y películas sin anuncios. Si el precio que por ello tengo que pagar es Ana y los siete, Menuda Noche, Mira quién Baila y a la Jesulina como presentadora, aunque alto, hasta estaría dispuesto a aceptarlo.

Pero si estos que cobran dietas de desplazamiento residiendo en Madrid van a desmontar todo un organismo público para meter a sus voceros más urdacianos, si van a hacer eso, entonces, apaga y vámonos. Por cierto, #GraciasAna.

PABLO POÓ
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