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Crisis y emancipación

Este artículo sólo pretende hacer de abogado del diablo. No soy quién para acusar y no tengo información suficiente para aseverar –y, de ninguna manera, dogmatizar puesto que no va con mi estilo-. Mucho menos intento estigmatizar a un colectivo de por sí bastante baqueteado. Muchos de nuestros jóvenes se están partiendo el pecho desde hace tiempo y dan el callo diariamente en trabajos mal pagados y precarios. Ni todos están viviendo de la sopa boba, ni muchos menos todos ellos son unos pasotas. Bien es cierto que una parte de la juventud está “a verlas venir”.

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¿La crisis es la causante de la tardía emancipación de nuestros jóvenes? Los informes que presentan los distintos medios de comunicación divergen en algunos aspectos. Es cierto que estamos inmersos en una profunda crisis. Las cifras de desempleo son de por sí asfixiantes, tanto para los mayores como para los más jóvenes.

Por otro lado, parece que la vida sigue igual. Los lugares de ocio están concurridos. La salida de vacaciones de verano no ha descendido grandemente. ¿Estamos haciendo el avestruz y por tanto escondiendo la cabeza bajo el ala para huir de la cruel realidad? Los ávidos tijeretazos del Gobierno son angustiantes. Alguna vez ya he manifestado que no hay una revolución social a fondo porque todos tenemos algo que perder.

Volvamos al tema. El informe La transición de los jóvenes a la vida adulta: crisis económica y emancipación tardía, publicado por la Obra Social de La Caixa, dice: “la emancipación tardía es el rasgo característico de los jóvenes españoles, en comparación con el resto de Europa. El 67,4 por ciento de los jóvenes españoles de entre 20 y 29 años viven con sus padres… El contexto económico ha acentuado la dependencia juvenil de la familia en España”.

Según los datos aportados en 2005, el 40,7 por ciento de los jóvenes entre 16 y 34 años aún vivían con sus padres; en 2011, la cifra sube al 44,1 por ciento. A nadie se le escapa que la situación laboral es un factor determinante para la emancipación. ¿O quizás no? ¿Tal vez subyacen en este tardío abandono otros factores, digamos más espurios?

La edad media de abandono del hogar familiar en España se sitúa en 29 años, mientras que en otros países europeos se planta en los 23 años. El estudio pone de manifiesto, por otro lado, que “nuestros jóvenes son invisibles para los servicios sociales y los servicios sociales son invisibles para los jóvenes”.

Me atrevería a decir que dicho servicios sociales, amen de ser insuficientes y añadir que hay otros sectores aún peor atendidos, subsisten dentro del armario de la casa paterna, puesto que son los padres los que se hacen cargo de la situación. ¡Total, donde comen dos comen cuatro! Esto es cierto si se hecha comida para cuatro; caso contrario, pasan hambre todos.

Desde hace algunos años se viene diciendo que “la familia ejerce de colchón social para los jóvenes”. La familia en España está actuando como un refugio para esos jóvenes que por otro lado viven inmersos en una aceptada, diría yo, frustración. Los datos que tengo son del entorno más cercano y, por tanto, carentes de rigor científico.

Parte de la lamentable y lamentadora queja de los jóvenes que permanecen en casa de sus padres es que son “mileuristas” –los que tengan la suerte de serlo- y con ese aporte dinerario es imposible vivir fuera. Ello es cierto y, por tanto, viven con los padres. Pero hay mileuristas emancipados y con cargas familiares.

Realidad que no nos gusta reflejar: no pagan alquiler, no pagan comida, disponen de una mamá-chacha que les hace todas las cosas, no saben cuánto cuesta la luz, el agua o el gas... Y la comida que sirve el comedor social paterno está muy rica.

Podría apuntar más razones-quejas pero no se trata de cansar a nadie. Sólo una pregunta: ¿qué hacen con el dinero que ganan los pocos que trabajan? Creo que se lo ponen encima: ropa, viajes, “findes locos”… ¿Dolce vita, aunque sea con limitaciones?

Una pregunta aflora a los labios: ¿es más cómodo aguantar el entorno familiar antes que afrontar la situación vivencial? ¿Quizás es verdad el eslogan que años atrás se propagó: “procura vivir de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”? De todas formas, se mire por donde se mire, la realidad es asquerosamente chunga.

Las causas de la situación son generales y afectan a muchos “iguales”. Esto hace que se asuman dichos factores con más facilidad de forma individual. Dicho de otra forma: mi problema es el mismo que el de mis colegas. Me conformo con él y así no sufre o sufre en menor medida, mi autoestima. Pero ¡mal de muchos…!

Añade el citado estudio que “el efecto de la tardía emancipación está retrasando también la formación de la pareja y el nacimiento del primer hijo. En 2009, la edad media de la mujer al nacer su primer hijo era de 31 años en España y el 60 por ciento de los alumbramientos provenían de padres mayores de 30 años. Se trata de la media de edad más elevada de Europa”.

¿La vida de pareja? Este sería un tema controvertido. Estamos instalados, en general, en el carpe diem, es decir “aprovecha el momento”, tomado en su sentido más amplio y diría que sutilmente negativo. Vivimos en la inmediatez del instante y si la pareja nos aburre, cambiamos. Así no es posible mantener un compromiso de vida compartida.

La vida en pareja conlleva algunos problemas añadidos. Convivimos en una sociedad eminentemente hedonista en la que vivir desde pautas de sacrificio –¿eso qué es?- no está de moda. Los ideales de abnegación que pudieron estar presentes en otros tiempos han sido sustituidos por etéreos y altruistas ayudas a distancia, en esta aldea global que nos ha tocado vivir. Ése es, a mi entender, el éxito de tantas ONG existentes, que actúan como puerto al que amarrar el barco de nuestra solidaridad.

La sexualidad de las generaciones actuales es de usar y tirar. Yo la llamo “sexualidad clínex”. Vivimos en una sociedad mucho más permisiva, ¡afortunadamente!, pero ¡no todo el monte es orégano! o ¿debo decir ¡no todo el monte debería ser orégano!?

Por eso, es más complicado formar una familia, si se vive desde la inmediatez. Si mi pareja me aburre o plantea problemas, corto con ella o con él. Bastantes embarazos me da la vida como para meterme en un berenjenal más. ¿Compromisos? No, gracias.

Como dato curioso, son muchas las parejas que después de haber vivido algún tiempo formando piña, deciden legalizar su situación y duran juntos menos que un lápiz en la puerta de un colegio. Tampoco dispongo de datos oficiales y sí de la información que me rodea. Son bastantes los casos que conozco en los que se repite este modelo.

No puedo pasar por alto el tema de la situación de dispendio en la que están nuestros jóvenes. El teléfono móvil, por usar un ejemplo común, es herramienta necesaria. Hay algunas más que voy a obviar. Y aflora la pregunta improcedente, incorrecta, grosera, tosca, machacona: ¿esto quién lo paga?

¿Se han percatado de los modelos de móvil que circulan? Sofisticados, completos en prestaciones, permiten estar constantemente comunicados desde “su soledad”, pero comunicados o como dirían ellos “en línea”. ¿Chateando? Ahora se usa la aplicación Whatsapp (¿qué pasa, colega?) por lo que estarían “whatsappeando”. ¿Jugando con aplicaciones compartidas quizás? ¿Tuiteando o como quiera que se le llame?

Un informe de verano machaca socarronamente sobre el uso de aparatos smartphone a los que están conectados. Digamos que no dejan el enchufe ni para ir a mear… El nuevo iPhone 5 crea amplias expectativas. Truco de venta: fidelizar reciclando –"reciclar" es la palabra mágica para vender a la gente joven- el antiguo artefacto.

¿Quién paga esos sofisticados artilugios, amén de la factura que generan? Y lo que es para mí más importante: ¿son necesarios esos complicados y completos aparatos? El final de agosto mostraba un río de gente joven soportando largas horas de cola para comprar un perfume de Lady Gaga. ¡Divino de la muerte! Consumo y derroche que no pueden pagar a no ser que el poco dinero que arramblen se lo echen encima, pasando de la mano que les da de comer.

Supongo que el problema de muchos de esos jóvenes es que quieren trabajar en lo que les gusta y para lo que están capacitados. Me parece justo. ¡Suerte! La realidad dice que trabajas en lo que puedes y te vas acomodando para, con chamba, terminar trabajando de lo que te gusta y estás preparado. ¡Felicidades en ese caso!.

Una pincelada final. ¿Tengo derecho a un tiempo de asueto? Vacaciones: “descanso temporal de una actividad habitual, principalmente del trabajo remunerado o de los estudios” (sic RAE). Supongo que esta variable es una forma de evadirse de la realidad agobiante, frustrante y buscar “el cambio de aire” para poder “respirar” y así olvidarme de las asfixiantes circunstancias y de la mala cara de “mis viejos”.

Disculpen el tonillo y la falta de aticismo y desde luego la poca profundidad analítica en un tema tan doloroso como éste. Si les apetece lean el informe de la Obra Social de la Caixa y saquen sus conclusiones. ¡Mañana será otro día!

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PEPE CANTILLO
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