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Sacrificar la salud

María tiene 81 años y estos días padece la crudeza de los recortes de la Junta de Andalucía en el área de Sanidad, además de los dolores propios de la neumonía que le diagnosticaron. Son las 12.00 de la mañana en su pueblo, en la provincia de Sevilla. Preocupada por el agravamiento de su estado de salud, la familia de María llama al Centro Médico. Tras valorar el historial clínico y lo severo de los síntomas que presenta, su médico de cabecera deriva el caso a la unidad de Urgencias del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla.

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A las 14.00, la paciente ingresa desorientada en una sala de grandes dimensiones donde comparte la espera para recibir la primera atención médica con más de medio centenar de enfermos de diversas patologías y consideración, apelmazados junto a sus familiares. Algunos pacientes pueden permanecer en pie; para otros se ha dispuesto una silla de ruedas. En otros muchos casos, se encuentran en camillas.

La valoración inicial para María demora dos horas desde su ingreso, y sólo es la primera fase de su estancia en Urgencias. El acusado olor en la sala delata el estado en el que esperan algunos pacientes. Y es germen para el desaliento de sus acompañantes.

A las 18.00, María logra recibir la atención médica que se ajusta a sus síntomas: le realizan unos análisis y una radiografía cuyos resultados se conocerán en torno a las 19.30. A los familiares que la acompañan se les informa: "pasará a la unidad de Observaciones cuando haya disponibilidad de camas".

Las horas pasan en la sala de Urgencias. Con María hay decenas de enfermos: niños, jóvenes, mayores y ancianos. Unos portan mascarillas. Los mareos que padecen otros se manifiestan en forma de vómitos. Las personas con movilidad reducida reclaman atención para asearse al cabo de varias horas de espera. Faltan celadores.

María está siendo medicada por vía intravenosa sobre una camilla. Cumple seis horas en Urgencias. Suero y calmantes para su dolor. El mostrador de la sala desborda a las tres personas que lo atienden. "Entendemos la paciencia que tienen, a nosotras nos toca dar la cara por la situación que están viviendo aquí. Le van a llamar pronto", sirve de recurso para contestar a quienes demandan una explicación a la prolongada espera para recibir atención médica o para ser trasladados a otra unidad clínica.

Debido a la falta de personal y a los costes de mantenimiento, "hay áreas del Hospital Virgen Macarena cerradas", sostienen en el mostrador. El personal del centro se disculpa por el colapso de las instalaciones, pero la situación no depende de ellos.

Los recortes en el área de Sanidad, dependiente de la Junta de Andalucía, restringen la capacidad de atención del personal de las unidades del Hospital. Se sacrifica la salud y la dignidad de los propios enfermos.

Aquejada de diversas dolencias y con un tratamiento prescrito para su día a día, María no sabe con qué posición hacer llevadera la espera. "Que me lleven a casa: lo que quiero es irme ya de aquí", balbucea apenas al familiar que la acompaña.

A medianoche, las luces de Urgencias se atenúan. "Hay sólo para quince ingresos", indica a viva voz una enfermera en la sala. "¿Qué va a pasar con mi enfermo?", se preguntan los acompañantes. "Es inhumano", dice una octogenaria que no separa su mano de la de su marido, postrado sobre una camilla.

Uno a uno, en las horas que siguen, van siendo llamados quienes han sido calificados y valorados oportunamente para pasar a la unidad de Observaciones. Son las 3.00 de la madrugada. Le llega el turno a María trece horas después de su ingreso.

Pero en la sala a la que la conducen no hay médico. Desde las 18.00 de la tarde nadie ha revisado la evolución de la paciente en Urgencias. No han dado instrucciones sobre la continuidad de su tratamiento. Al menos, tiene el privilegio de un merecido descanso: unas horas sobre una cama. Los familiares aguardan fuera. Otros pacientes aguardan fuera. La mañana, con su turno de visitas a las 7.30, abrirá una nueva página en el historial de los sacrificados.

El sistema de Salud de la Junta de Andalucía está enfermo. Se descompone a sí mismo y se lleva por delante la vida de otros enfermos. La enfermedad de los recortes del Gobierno de PSOE e Izquierda Unida late en el corazón de cada paciente y de quienes aguardan en el desaliento de la espera de una atención que se demora.

También del personal que les atiende, desbordado y dando la cara por las decisiones de quienes no la dan. Atestado cada rincón de las instalaciones abiertas a la ciudadanía. Son los números de unas cuentas que no saben del drama que se dibuja en la cara de las personas: enfermos, acompañantes, trabajadores... ¿No están en deuda con vosotros?

JUAN C. ROMERO
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