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‘El misterio de la cripta embrujada’, una sátira social disfrazada de novela policíaca

"Misterio", "cripta" y "embrujada". Tres vocablos sin duda atrayentes, evocadores, incluso recónditos cuya intención es llamar a gritos la atención del lector que, una vez leída la obra, descubre la poca importancia que dichas palabras tienen en el trasfondo de la historia y en el verdadero mensaje que el autor, Eduardo Mendoza, quiere transmitir con su obra.

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Dos sorprendentes desapariciones, en el mismo colegio de las madres Lazaristas de San Gervasio, bajo similares circunstancias y con las mismas enigmáticas preguntas sin resolver, pero en años bien distintos, configuran el arranque de la aventura indagatoria del protagonista de la obra, cuyo verdadero nombre nunca se sabrá; un supuesto loco de manicomio a quien las autoridades delegan la resolución del caso a cambio de su libertad.

El misterio de la cripta embrujada esconde su encanto y personalidad en la manera en la que está escrita. La redacción en primera persona, a través de la cual el protagonista de la obra se dirige directamente al lector, le habla, le indica incluso lo que le va a contar en el próximo capítulo o le explica por qué se salta algunos datos sin relevancia.

Todo ello se une a un lenguaje rimbombante, en ocasiones demasiado pretencioso, que el anónimo protagonista utiliza para conseguir todo lo que quiere, demostrando que con astucia y un buen vocabulario, además de poca vergüenza, es capaz de ganarse a cualquiera.

La conjunción de ambos elementos en la narración proporciona una sorprendente fluidez a la lectura de la obra, que goza de una estupenda narración, aún más admirable si se tiene en cuenta que el autor la escribió en sólo una semana.

“Buenos días nos dé Dios. ¿Tengo por ventura el honor de hablar con el jardinero de esta magnífica institución?”, es sólo una de las pinceladas cuyo vocabulario quijotesco recuerda a Cervantes. Además, la propia historia puede evocar la obra cervantina si damos por hecho que se trata de un loco moderno que sale del manicomio a recorrer mundo, ocurriéndole todo tipo de situaciones disparatadas.

Pero la principal reminiscencia de la obra lleva a la comparación con El Lazarillo de Tormes. El misterio de la cripta embrujada es un esbozo irónico y despiadado de la sociedad del momento, en el escenario de una Barcelona cochambrosa, de bajas barriadas, donde la gente sobrevive adaptándose a cualquier circunstancia que le depare el destino, algo que contrasta con la gente pudiente del lugar, que son los que realmente mueven los hilos de la sociedad a través de intrincadas enredos cuyo fin sólo es aparentar.

La novela plantea serios interrogantes: ¿está el protagonista realmente loco, o es uno de los personajes más cuerdos? ¿Lo utilizan para resolver el caso o como cebo para endosarle un marrón a alguien que poco representa para la sociedad? También hace que el lector se cuestione, en clave de humor, si el personaje principal podrá darse una buena ducha algún día o si tiene algún significado esa obsesión con la Pepsi Cola.

Y es que la obra está plagada de momentos divertidos, desde las increíbles situaciones que le ocurren al protagonista, como cuando por ejemplo el antiguo jardinero del colegio de monjas explica cómo hace sus necesidades por la ventana del comedor a los mordaces nombres con los que se bautiza a los diferentes personajes que aparecen.

También hay algún momento perdido para la reflexión filosófica: “Con este consuelo me metí en la cama y traté de dormirme repitiendo para mis adentros la hora en que quería despertarme, pues sé que el subconsciente, además de desvirtuar nuestra infancia, tergiversar nuestros afectos, recordarnos lo que ansiamos olvidar, revelarnos nuestra abyecta condición y destrozarnos, en suma, la vida, cuando se le antoja y a modo de compensación, hace las veces de despertador”.

El final corre el peligro de decepcionar al instante, aunque cuenta con la seguridad de que tras su reposo, la lectura demanda un replanteamiento de la obra desde otro punto de vista que hace al lector darse cuenta de que no ha sido estafado; aunque parezca paradójico, la historia es lo de menos y lo que no se cuenta, o se lee entre líneas, es lo de más.

“Ya habría otras ocasiones en las que demostrar mi cordura y, sino ya sabría buscármelas”. Así finaliza El misterio de la cripta embrujada dejando entrever que es la primera aventura de una trilogía compuesta por los siguientes títulos: El laberinto de aceitunas y La aventura del tocador de señoras. Se trata de una obra recomendable, siempre que lo que se busque sea una lectura ligera, fácil, divertida y para pasar un rato entretenido.

JOSÉ GÁLVEZ / REDACCIÓN
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