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Familias adoptivas

En este recorrido que llevamos por el estudio de las emociones de los niños y adolescentes a través del dibujo de la familia era casi inevitable que en algún momento nos cruzáramos con el tema de los niños adoptados, puesto que en nuestro país se ha dado un salto importante en cuanto al número de adopciones.

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Se calcula que aproximadamente se han llevado a cabo unas cincuenta mil en la última década, cifra verdaderamente significativa. Por otro lado, y si a ello le añadimos que son muchos años trabajando con el dibujo de la familia en los centros de enseñanza, no era de extrañar que me tropezara con dibujos de niños o niñas adoptados.

Y hablando de adopción, si queremos recabar una información sólida, inevitablemente tenemos que consultar los trabajos y obras del que creo que es la persona más formada sobre ello desde el punto de vista de la Psicología. Me refiero a Jesús Palacios, que es catedrático de Psicología Evolutiva en la Universidad de Sevilla. A él acudiré en este artículo para recabar su autorizada opinión, puesto que mi labor es la de docente que investiga en la interpretación de los dibujos.

Antes de abordar los aspectos emocionales, conviene tener en cuenta que en la actualidad las familias adoptivas son muy diversas, puesto que la realidad social también lo es y legalidad vigente permite la adopción a las distintas formas familiares. Por otro lado, las condiciones de los niños y niñas adoptados son muy amplias: sexo, edad, raza, condiciones físicas, mentales y emocionales, etc.

Así, encontramos dentro de los adoptantes a familias biparentales o monoparentales; parejas heterosexuales y homosexuales; con hijos biológicos previos o sin ellos; adoptantes de un solo niño o niña o que lo hacen con más de uno; que lo realizan con bebés o con niños algo mayores; con problemáticas especiales o sin ellas…

Este hecho social es importante conocerlo, puesto que habitualmente se tiene una idea un tanto simplificada e idealizada de la adopción, lo que conduce a errores, en ocasiones importantes.

De todos modos, aunque la variedad de adoptantes es amplia y el número de quienes lo hacen teniendo hijos biológicos previos ha crecido en los últimos años, la mayoría de las parejas que deciden hacerlo llegan a la adopción a través del problema de la infertilidad. Esto quiere decir que tradicionalmente ha sido la infertilidad la razón más fuerte, por lo que cabe pensar que si la infertilidad en la pareja no se diera, posiblemente, la adopción no existiría o sería muy reducida.

Por otro lado, y como he apuntado, sobre este tema hay bastantes ideas erróneas, como la creencia bastante extendida de que hay muchos bebés huérfanos que esperan ser adoptados, cuando, según Jesús Palacios, “la realidad es que quienes esperan ser adoptados tienen cierta edad, y casi en ningún caso llegan a la adopción a través de la orfandad, sino por la vía del abandono o el maltrato (…). Son mayoría los niños y niñas que han tenido alguna experiencia de maltrato, con predominio de la negligencia, pero con presencia de cualquier otro”.

Lo anterior nos conduce a erradicar la idea de que la vida de un niño o una niña adoptados parte de cero, ya que no es una página en blanco sobre la que se comienza a escribir la nueva historia de los padres y del hijo adoptado.

Hay que ser concientes de que en este proceso se encuentra siempre el sentimiento de pérdida de quien ha sido adoptado, al tiempo que ha tenido que sufrir hasta que la adopción sea posible; sentimientos que están relacionados con la familia de origen, con la cual pudo o no haber convivido, a la cual pudo o no haber conocido, y de la que –de grado o, más habitualmente, por fuerza- ha sido separado.

Sin embargo, es frecuente que quienes adoptan crean que cuando reciben al niño o la niña que tanto desean comienzan desde cero, como si el cariño y la ilusión con que los reciben pudieran borrar lo que ha acontecido en la vida anterior de los pequeños.

Por otro lado, y a lo largo de la convivencia, según Palacios, se dan casos de adoptantes “que tenían la expectativa de un cierto comportamiento, de una cierta relación de afecto, de una cierta vida familiar, pero se encuentran con la realidad de un nuevo hijo o hija y de una nueva vida familiar que puede distar poco o mucho de la imaginado”.

Por lo que he indicado, pareciera que se da una visión pesimista de la adopción; no es esa mi intención, ni tampoco he buscado aquellos párrafos de Jesús Palacios que fueran los más adversos en esta temática. En absoluto. La lectura detenida de las obras de un autor que se ha especializado en familias adoptantes nos hace ver la complejidad y las dificultades por las que deben pasar los padres que han tomado esta decisión.

Y antes de presentar los dibujos que he seleccionado, quisiera señalar un tema que, tarde o temprano, tendrán que afrontar padres y madres adoptivos, siendo el de la comunicación de esta circunstancia a los hijos, puesto que estos pasarán por fases en las que querrán saber qué aconteció para haber sido dados en adopción.

Preguntas del tipo: ¿quiénes son mis padres biológicos?, ¿qué hubiera pasado si yo hubiera seguido viviendo ellos?, ¿podrían haber hecho otras cosas que no hicieron para que yo pudiera seguir con ellos?, ¿qué me pasaría si me encuentro con un hermano al que no conozco?, etc., les rondarán en la cabeza durante mucho tiempo.

A pesar de las dificultades y de los muchos interrogantes, puesto que también tendrán influencia el mayor o menor apoyo del entorno, “la vida familiar adoptiva transcurre por senderos muy parecidos a los de cualquier otra familia, con sus muchas alegrías y sus inevitables tensiones, con sus satisfacciones y sus frustraciones…”, nos dice este gran psicólogo.

Como antes apunté, sobre este tema traigo cuatro dibujos que nos sirven para comprender las respuestas emocionales que nos dan los niños adoptados o las de aquellos chicos que han visto ampliada su familia con la adopción de un nuevo hermano. Es una perspectiva distinta a la abordada por el autor que he citado.

¿Y cómo responde un chico o una chica cuando sus padres toman la decisión de aumentar la familia a través de la adopción de un nuevo hijo? ¿Se sentirán tan contentos como ellos o sus respuestas emocionales son de otra índole, aunque traten de disimularlas?

Lo cierto es que, por lo que yo pueda saber, es inevitable que surjan los celos, esos celos que se dan entre los hermanos y que ya traté en un artículo anterior, ya que habitualmente sienten que un “intruso” se ha incorporado a la familia, a su familia.

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Esto es lo que expresa la autora del primer dibujo, una chica de 11 años, cuando en clase se les pidió que dibujaran la familia. Como vemos, en el lado izquierdo de la lámina se encuentran su padre y su madre que tienen cogidos de la mano al niño que habían adoptado.

La autora no se recata de poner claramente “hermano adoptado”, para que entendamos que, por un lado, están los hijos biológicos y, por otro, el que no lo es. Posteriormente, dibuja a sus dos hermanos y en el extremo derecho se traza a sí misma con un hipotético novio, de manera que debajo de ambos escribe “yo en el futuro”, puesto que se siente desplazada de la atención y del cariño de sus padres, que se manifiesta, también, dada la lejanía y el haber sido la última en representarse.

Como he indicado, el tema de los celos fraternales ya lo traté en un artículo anterior, por lo que hay que ser conscientes de que si es un sentimiento negativo que habitualmente surge en los hermanos biológicos, más aún aparecerá, con mayor o menor intensidad, cuando es un hermano adoptado, ya que, como he indicado, se siente como a un extraño que ha venido a ocupar una parcela, física y emocional, que no le corresponde.

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El segundo dibujo corresponde a una niña de origen chino adoptada, aunque, en este caso, su madre de adopción no estaba casada. Nos encontramos, pues, con una familia monoparental, formada inicialmente por la madre y la hija.

Tal como la autora indica por medio de la numeración, comenzó dibujando en la izquierda a su madre, para pasar, en segundo lugar, a ella misma, en el lado derecho. No obstante, su concepción de la familia se ampliaba con las dos hermanas de su madre –sus “titas”-, y las hijas de estas, que las había asumido como sus primas. Por el dibujo, se aprecia que la niña vive en un ambiente dichoso, sabiendo que es adoptada y siendo conciente de sus raíces, pues a su edad ya entienden los propios rasgos y la identidad de origen.

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Por último, traigo un tercer caso familiar, expresado en dos dibujos, que paso a comentar. Se trata de un matrimonio que tenía tres hijas y decidieron llevar a cabo la adopción de dos niños. Lo cierto es que, curiosamente, adoptaron uno de raza negra y otro de raza blanca, aunque el segundo tuviera la tez un tanto morena, pues era de origen latinoamericano.

Al llevar a cabo la investigación, se dio la circunstancia de que ambos se encontraban en el mismo centro, aunque en dos cursos distintos (2º y 5º de Primaria), pues uno tenía 8 años -el niño de raza negra- y el otro, diez.

Cuando el primero realizó el dibujo de la familia en la clase, inicialmente representó a sus padres adoptivos, en la izquierda de la lámina, para, a continuación, trazar una figura, coloreada con rotulador marrón, para sí mismo, lo que es manifestación de que se siente como el hijo preferido de la pareja, por la proximidad hacia ellos.

Posteriormente, representó las figuras de dos hermanas; tras ellas, el otro hermano de adopción; vuelve con la tercera hermana; para cerrar, sorprendentemente, con el hermanito que habían tenido recientemente sus padres adoptivos.

Y digo sorprendentemente, puesto que todo bebé necesariamente es el centro de atenciones y cuidados de los mayores; pero él, sin ser consciente, lo rechaza relegándolo a una esquina, solo y en el último lugar.

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Más tarde, recogí de la clase de quinto curso el dibujo del otro hermano adoptado. Y de nuevo, me encontré con otra representación un tanto curiosa, ya que el propio autor era el único que se había coloreado, dejando a los padres y al resto de los hermanos sin hacerlo.

Pero lo más llamativo es que al otro hermano de adopción le pinta de color negro la cara y las manos, al tiempo que los labios de color rojo, para que manifestar claramente que era de raza negra. Por otro lado, él se encuentra entre las figuras de sus padres adoptivos, al tiempo que a su padre, en este caso sí, lo representa sosteniendo al bebé que ha venido a incrementar el grupo familiar.

Para cerrar, quisiera indicar que este último caso familiar que he comentado, a través de los dos dibujos, nos viene a mostrar la complejidad de los sentimientos que se desarrollan en los procesos de adopción, y que la visión de los adultos adoptantes suele diferir de la que tienen los niños y los adolescentes, por lo que me pregunto, ¿sabían los padres de este último ejemplo cuáles eras los sentimientos de sus dos hijos adoptados entre sí y hacia el resto de los miembros de la familia? Personalmente, lo veo muy difícil.

AURELIANO SÁINZ
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