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La verdadera historia de los Reyes Magos

Hace unos años, Juan Goytisolo escribió –con sorna, por supuesto- que al menos uno de los tres Reyes Magos era andaluz. Se ve que algún asesor –de esos que leen en las instituciones, que no son muchos- descubrió el artículo del escritor catalán e inmediatamente advirtió al Papa del gran descubrimiento. Seguramente, Benedicto XVI lo leyó con sorpresa y entusiasmo, y dijo: “Esta es la mía”.

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En el Vaticano, en los últimos años, se sorprenden por cualquier cosa, y como estos tiempos son de cambios profundos, en la Plaza de San Pedro han aprovechado para maquillar un tanto la historia que más nos gustaba.

Comenzaron diciendo que el cielo existía, pero que no sabían muy dónde se ubicaba. Siguieron con el limbo, advirtiendo que nunca existió, y que allí no vivía nadie. Y ahora le ha tocado el turno al portal de Belén, que era la única construcción de leyenda que creíamos se había levantado y urbanizado conforme a la ley entonces vigente y sin que circulara un maletín de billetes usados de por medio. Pero se ve que tampoco.

Ahora ha llegado Benedicto XI, con su libro sobre la infancia de Jesús, a destrozar uno de los pocos sueños que creíamos a salvo de esta crisis que todo lo espolea. Al parecer, el Papa asegura que el verdadero origen de los Reyes Magos no es Oriente sino Huelva, es decir, Tartessos, cuya capital se llamó Tarsis, una región que los historiadores sitúan en algún punto indefinido de Andalucía que tampoco excluye a Cádiz o a Sevilla.

Según fuentes bien informadas del Vaticano, el Papa tomó como referencia los Libros de los Salmos y el Libro de Isaías, porque allí se alude a Tarsis como el origen natural de los Reyes Magos. Pero quienes leemos periódicos, sabemos que en realidad fue Juan Goytisolo quien dio la pista al gobierno en la tierra de nuestro Creador.

Lo que no dice el Papa es que el primer texto histórico que hace referencia a los Reyes Magos es el evangelio de Mateo, quien narra que fueron unos magos, que no recuerda de dónde habían salido, y que no eran no eran tres ni eran reyes, sino magos a secas, que no es poco, los que vinieron a adorar a Jesús de tierras remotas.

La historia de las Sagradas Escrituras se parece mucho a las investigaciones llevadas a cabo sobre el bandolerismo en Andalucía, que hablan de una banda que trabajaba en la sartén de Andalucía conocida como Los Siete Niños de Écija, que si bien ni eran siete, ni eran niños, ni eran de Écija. Pues con los Reyes Magos, igual.

Desde luego, es el único acontecimiento destruido en 2013 en el que la mano de Rajoy no aparece por ninguna parte (de momento). Pero lo que no entiendo es que la autoridad católica la tome también con la mula y el buey, además de con la estrella, que fue una supernova, se informa.

Como dice un buen amigo mío, qué necesidad habrá de cambiar la historia en estos momentos, si los Reyes Magos es probablemente una de esas pequeñas mentiras piadosas en las que todavía quisiéramos creer. En lo que sí se parecen los Reyes Magos de todos los tiempos es que los regalos de esa noche y otros estragos de esta era acaban pagándolos siempre los padres, aunque sean pensionistas.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
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