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AIDA

En el mundo educativo, cuando uno realiza un debate abierto y sin que haya una planificación previa marcada por los programas de las asignaturas, te sueles encontrar con bastantes sorpresas. Lo habitual, no obstante, es que la clase se desarrolle de una manera muy programada, en la que tanto profesores como alumnos saben por adelantado lo que va a acontecer, de modo que termina transformándose en un ritual en el que no caben ni la espontaneidad ni la creatividad.

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De este modo, la clase se convierte en una rutina, en la que el profesor va desgranando aquello que tiene rígidamente preparado, y los alumnos, que ya lo conocen, acaban por entender que los más importante es la nota final, por lo que hay que amoldarse, sin preguntar, sin cuestionar nada en absoluto, pues corre el riesgo de caerle mal a quien tiene “la sartén por el mango”.

Por mi parte, siempre he considerado que el aula debe ser, junto a un lugar de aprendizaje, un espacio de debate y de comunicación abierta. Desde que accedí a la Universidad, he creído que, aparte de preparar buenos y capacitados profesionales, hay que formar personas, por lo que esta institución debe ser un foco de cultura y de pensamiento crítico y abierto.

Estas dos últimas condiciones apenas se dan en sus aulas, excepto en casos puntuales, que tienen que ver más bien con las características del profesor que por la propia institución.

Desde mi punto de vista, si hay algo verdaderamente gratificante en la enseñanza son esos espacios de debate creativo, en el que se pueden tratar temas que son de interés, sean de tipo cultural o de valores humanos.

Como ejemplo de lo que manifiesto, podemos acudir a un artículo precedente que titulé ¿Dónde está Yemen?, resultado de un interrogante abierto hacia el alumnado, y en el que, a partir del análisis de una imagen fotográfica, pasamos a abordar la situación por la que atraviesa uno de los países más pobres de la Tierra, cuya población se ha rebelado contra el despotismo de sus dirigentes.

Siguiendo este modelo educativo, con los mismos alumnos de la especialidad de Psicopedagogía, mantuve un debate abierto a partir de la observación y el comentario de un anuncio de mochilas Eastpark, y que muestro para que conozcamos el hilo de lo sucedido.

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Una vez que respondieron por escrito a una serie de preguntas, y mientras contemplan la escena en la que aparece una chica con un punzón ensangrentado y las piernas de un personaje masculino que yace en el suelo, con el fin de despertar su curiosidad escribo en la pizarra la palabra "AIDA", para después lanzarles la pregunta: ¿Qué podéis relacionar con este término que veis escrito en el encerado?

La mayoría de los presentes me indica que es el nombre de una famosa serie de televisión. Como yo veo muy poco la televisión, y aunque no he seguido ningún capítulo de la serie tengo noticias de ella, les animo a que me cuenten su argumento.

“Se trata de un ama de casa, madre de tres hijos llamados Soraya, Lorena y Jonatan, y que también tiene un hermano enganchado a la droga…”, me indica uno de los presentes. Puesto que quiero saber cuántos la siguen o han visto capítulos de la serie, para abreviar, les indico que levanten la mano. Resultado: ¡todo el mundo!

Sigo preguntando, por si alguien conociera o estableciera alguna otra relación con el nombre puesto en la pizarra. Algunos me hablan de una chica con ese nombre, que se hizo popular en Gran Hermano y que, no precisamente por su brillante oratoria y buenos modales, participa en el programa Sálvame de Tele 5.

“¿Algo más?”, continúo inquiriendo. Una alumna, originaria de Cádiz, me dice que ha visto varias veces en el puerto de su ciudad un crucero que tiene este nombre.

Puesto que parece que se han agotado todas las posibilidades, pregunto a quienes han hecho la especialidad de Educación Musical de Magisterio. Compruebo que es un grupo no muy numeroso. Les insisto y vuelvo a repetir si ellos logran establecer alguna relación o si conocían este nombre al margen de lo que se ha dicho. Respuesta común: ¡Nada!

Me encuentro, pues, con una situación similar a cuando les realicé la pregunta de dónde estaba Yemen. Llego a la conclusión de que los casi cien que componen la clase ninguno sabe que Aída es el nombre de una de las grandes óperas del italiano Giuseppe Verdi, compositor que vivió en el siglo XIX y al que debemos fragmentos tan bellos como el coro de los esclavos israelíes de la opera Nabucco, más conocido por las palabras con las que se inicia: “Va pensiero”.

Entonces me pregunto: ¿Cómo es posible que en un grupo tan numeroso con el título de maestro en su bolsillo y estudiando la Licenciatura de Psicopedagogía esté empapada de todo lo que sale por la televisión y ni siquiera los de la especialidad de Música sepan el nombre de esta ópera de Verdi?

A esta desconcertante y desoladora respuesta tendría que añadir el que una alumna que realizó esa especialidad, sin cortarse, me dijera: “Aureliano, es que yo creo que realmente no he aprendido nada”. Una dura manifestación, quizás exagerada, que pone en solfa (y nunca mejor dicho) el desastre educativo que es la Universidad, especialmente en el ámbito pedagógico.

Tras este extenso debate abierto, y que por razones de espacio, he resumido, quedaba por saber a cuento de qué yo les había escrito "AIDA" en la pizarra.

Vuelvo a enlazar con el tema de la clase, y les indico que esa es la fórmula ideal utilizada en la publicidad para saber si las campañas lanzadas han sido eficaces, teniendo en consideración que cada letra es la inicial de los siguientes términos: “Atención”, “Interés”, “Deseo” y “Adquisición, los cuatro pasos que tiene que cumplir una campaña publicitaria para que sea exitosa.

Les comento que, en el caso de las mochilas Eastpark, la campaña se queda en el primer paso: llamar la atención, aunque sea de una manera verdaderamente provocativa. Este planteamiento es el que vemos también en otros dos anuncios que aporto de esta marca estadounidense que ha hecho del impacto su forma de conectar con los adolescentes americanos, puesto que es en Estados Unidos donde se inician las campañas.

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Posteriormente, como paso siguiente, les puede interesar a esos adolescentes, despertándoles el deseo de llevar una a la clase, por lo que les pedirán a sus padres dinero para adquirirla. De este modo, se cumplirá el ciclo deseado por todo publicista cuando diseña una campaña de tipo comercial.

Ya pasando al resultado del debate, siento, como hace tiempo he constatado, que la cultura y la reflexión personal, que conduce a un pensamiento autónomo, se han alejado de las aulas universitarias, y, creo, por lo que ahora se apunta, que es difícil que vuelva.

Pero yo no quiero quedarme en las lamentaciones y con los brazos cruzados. A mis alumnos les prometo que no olvidarán la fórmula ideal de la publicidad comercial y el nombre del compositor italiano.

Al día siguiente, en mitad de la clase, hago una pausa y les pido que por favor guarden el máximo silencio, pues vamos a escuchar “Va pensiero” y la marcha triunfal de Aída. He llevado el equipo de sonido para que no se queden meramente con los nombres, sino que en ese día incorporen a su bagaje cultural unos bellísimos fragmentos de ópera que son ya patrimonio cultural de todos.

Les comento que el coro de los esclavos israelíes de Nabucco es admirado por todos los italianos, tanto que quisieron que fuera el himno de Italia, pero se encontraba el problema que se trataba del fragmento de una ópera en la que se narraba la nostalgia del pueblo de Israel por volver a su tierra, por lo que era muy difícil cambiarle el significado.

Confieso que para nada he sentido que perdíamos el tiempo abriendo este debate que hemos tenido en dos días de clase; todo lo contrario: abríamos un pequeño espacio a la polémica creativa tan necesaria en las anquilosadas aguas de la Universidad española. Como colofón les dije que entraran en este diario digital puesto que, otra vez, saldrían a la palestra.

Posdata: De ningún modo es mi intención hacer ver las carencias que tienen los estudiantes, ya que todo lo expuesto conduce a esta pregunta: “¿Responde la actual Universidad y su profesorado a las expectativas de los alumnos que acceden a ella; o lo que se encuentran es una clara decepción ante las ilusiones que tenían cuando pisaron sus aulas y nos les ha quedado más remedio que acomodarse a una realidad bastante desilusionante?”.

AURELIANO SÁINZ

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