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No sólo brilla el Sol

Hasta hace unos escasos años, España se encontraba al margen del más remoto de los indicios de celebrarse en sus tierras un festival dedicado en exclusiva al videojuego. El Gamefest sorprendió a propios y a extraños pues, allá por el 2010 que tomó forma, nadie se esperaba jamás un evento enfocado a este sector. Menos de tanta mesura. Relativamente.

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La euforia duró poco y el 2011 fue el segundo y último año que hubo la oportunidad de acudir a Madrid portátil en mano. La cadena de videojuegos GAME anunciaba que “nos esperaban” para el 2013. No han cumplido su palabra, no al menos del todo, pero sí que es cierto que se retoma de nuevo la iniciativa anterior: en el mes de noviembre se celebrará el Madrid Games Week. Una feria bautizada con un nombre que recuerda más bien a un plato español dirigido a extranjeros que otra cosa y que tendrá lugar en la capital como bien indica su denominación.

Mientras los jugones íberos situaban su punto de mira en esas menos cálidas fechas, lentamente se hacía eco otro encuentro bastante menos sonado. Como quien no quiere la cosa, asomaba la patita el Gamepolis de Málaga, celebrado el pasado fin de semana. ¿Y qué es eso? Nada menos que el primer encuentro andaluz de videojuegos y de los pocos que se han dado por ende en España.

A pesar del “escaso” revuelo que se ha levantado por las redes sociales e internet en general en torno al susodicho encuentro, el aforo del que gozó el Palacio de Ferias de Málaga fue sobradamente digno, en concreto el sábado. Para esta ocasión, se habilitaron diversas salas con contenidos variopintos, como el recibidor, destinado a la inscripción de los torneos de FIFA o League of Legends, así como una instancia contigua destinada al desarrollo de los mismos, la exposición de consolas retro, tiendas y recreativas varias.

Los nostálgicos no pudieron más que llorar al ver algunas joyas como el MSX o la Game Boy Classic, instrumentos de juego inexistentes en el imaginario de los más jóvenes. No pudieron faltar a la cita Mario Kart 64, Street Fighter II y Bubble Bobble, así como reliquias de la talla del insuperable Metal Slug, todos ellos colocados para el goce y disfrute de los allí asistentes.

Para los que se vieran menos identificados con esas antiguallas, se dispuso otro tipo de software más actual de la altura de Super Smash Bros. Brawl o el reciente The Last of Us. Las tiendas fueron escasas, pero tenían productos variados que, como suele pasar en este tipo de encuentros, mezclaban tanto videojuegos como productos directamente sacados del manga y el anime.

En un lateral del patio principal se situaba un escenario destinado al baile, los diversos espectáculos y algún que otro concierto en particular. Soberbia la actuación de la músico Tifita, subcampeona mundial del concurso El mayor fan de Final Fantasy creado por Square-Enix, que tocó diversos canciones de la saga de rol, así como un popurrí de temas clásicos de la altura de Tetris o Donkey Kong. Se aventuró, además, a tocar el tema principal de FF VII con una gaita, algo nunca visto –o mejor dicho, oído- hasta ahora.

No faltaron a la cita diversas charlas y coloquios varios. Desde la evolución gráfica y visual de los videojuegos, que hacía reseñas de títulos tales como Pong o Gears of War, hasta otras más candentes como el papel de la mujer tanto a la hora de ser un personaje, como de formar parte de la industria del videojuego, bien como consumidora o como trabajadora.

Por otra parte, la recientemente conformada empresa sevillana Brainside enseñó al público además de los proyectos que tienen en desarrollo, un curioso aparato que mide las pulsaciones del sujeto, viéndose afectada la experiencia de juego si éste está más o menos agitado.

Por lo mencionado, cabría deducir que Gamepolis fue una maravilla. Pues no. No hay que ilusionarse. A pesar de haberse presentado a escena figuras como Loulogio o los directores de la revista (antaño) electrónica Retro Maniac, la reunión malagueña tuvo varias fallas de desigual tamaño.

Inadmisible es que los presentadores de Arcadia Gamers intenten hacer un podcast en directo y tengan que prescindir de los efectos sonoros y canciones habituales, porque el material prestado por la organización era insuficiente.

De igual modo, los torneos de LoL apenas lograban visionarse debido a la baja calidad de los proyectores que se utilizaron para plasmar estas batallas. En lo relativo a las actividades, también hay que pulir el trabajo más.

Realmente, la feria ofrecía poco que hacer. Una vez el espectador acude a las ponencias que le interesan, se da una vuelta por las dos tiendas, ya no queda más por hacer. C´est fini. Podrían haberse colocado un mayor número de consolas actuales, talleres de hamabead repartidos por diversas zonas… Lo que nos lleva al siguiente problema: el espacio. Francamente mal aprovechado. El Palacio era lo suficientemente amplio para haber repartido las escasas cosas que había. El patio central era un desierto cuando podrían haberse colocado allí las tiendas, por citar un ejemplo.

Pasando a la última fase de esta crónica, la del análisis final, hacemos las famosas cuentas de la vieja y las matemáticas no engañan: Gamepolis está a una distancia desorbitada del E3, pero como arranque es más que digno.

Le queda pulir los aspectos enumerados y otros no citados como una puntualidad más severa (algunas charlas se retrasaron 45 minutos), pero apunta maneras. Un recinto relativamente bien comunicado, espacioso, con un público entregado y muchas, pero que muchas intenciones de hacer algo grande se pudieron notar en el lugar.

No es otra cosa sino lo citado lo que hace que la organización de una feria de este calado siga adelante o no, y Gamepolis lo tiene. Por todo ello se puede decir que en Málaga no sólo brilla el Sol. Los videojuegos, también.

SALVADOR BELIZÓN / REDACCIÓN
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