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Consideración social de los docentes

Con fecha tres de octubre aparece en prensa un artículo referido a un estudio sobre al estatus del profesorado en diversos países. Son las conclusiones del Índice Global del Estatus del Profesor (Global Teacher Status Index), que ha elaborado la Fundación Varkey GEMS en un intento por comparar la consideración social y las condiciones de dicho colectivo en una veintena de países del mundo.

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Hago una especificación antes de adentrarnos en materia. Para entendernos y sin dejar resquicios a confusiones: la palabra "estatus" hace mención a la “posición que una persona ocupa en la sociedad o dentro de un grupo social (sic, RAE)”.

Han encuestado a más de mil habitantes en el conjunto de los países colaboradores, es decir, 21.000 personas en total. Los profesores mejor situados en ese estatus de consideración social son los chinos y, curiosamente, los que salen peor reconocidos son los docentes israelitas. Con respecto a los españoles, lamento disentir de la calificación de dicho informe en referencia al respeto y a la misma consideración. Datos existen que dicen lo contrario, aunque ilusión y vocación no falten en el sector.

Vamos al grano. Cito textualmente del artículo del que procede la información: “Las preguntas que se plantearon a los encuestados de estos 21 países pretendían descubrir cómo se valora la enseñanza en comparación con otras profesiones, si los salarios del profesorado se consideran justos, si la gente animaría a sus propios hijos a convertirse en profesores y en qué medida cree la gente que los alumnos respetan a los profesores”.

Parece ser que la labor docente goza de buena reputación entre los españoles ya que, en general, se considera que nuestros profesores facilitan una buena educación a nuestros hijos, según dice el informe de Varkey.

Quiero entender que, al referirse a la educación, están englobando la transmisión de conocimientos instrumentales y actitudinales para modelarlos como seres humanos en todo su conjunto, porque me daría pavor que sólo fuera educación en el sentido instrumental.

Supongo que estaremos de acuerdo en que la educación en valores es básica. Por el contrario, también queda claro en dicho informe que la percepción que tenemos del sistema educativo, al que le asignamos un 5,4 sobre 10, es la más baja de Europa.

Por una vez no salimos malparados en un informe internacional y en esa lista ocupamos el puesto 12º, superando a la mítica Finlandia y a Alemania. Debe quedar claro que dicho estudio refleja cómo percibe la sociedad al docente, no cómo lo trata el Gobierno.

Ciertamente, Pisa nos pisa con sus informes “dejando bajo mínimos el nivel de nuestro sistema educativo”. La realidad es la que es y de nada vale maquillarla. Añado sin el menor rubor –y no hay por mi parte ni un ápice de defensa de las tropelías que soporta actualmente la comunidad educativa-, que los achaques de nuestro sistema educativo vienen de lejos –nos guste o no aceptar dicha realidad- y ahora se están magnificando al socaire de una situación de crisis económica.

Por poner un ejemplo fácil de comprender: la LOGSE era una ley con un trasfondo pedagógico y social muy bueno, pero nació sin “dineros” por parte del Gobierno y, después, se acentuó aún más esa dolencia.

Estas conclusiones de Varkey Gems, al menos son gratificantes y ojalá seamos capaces de remontar, a no mucho más tardar, hasta las cotas que con gran esfuerzo habíamos conseguido. He defendido muchas veces y seguiré haciéndolo que España gozaba de un magnífico elenco de profesionales docentes bien preparados, en bastantes casos bien seleccionados, a pesar de las grietas que pudiera presentar el sistema de oposiciones a los cuerpos docentes y de las pegas que se le puedan achacar.

Hay que volver a atrapar el banderín de enganche y sacar pecho para que las futuras generaciones se sientan orgullosas de sus profesores y estos a su vez de su alumnado. De antemano aviso que las zancadillas seguirán poniéndolas desde todos los frentes. Es el riesgo que hay que correr en esta parcela en la que todos queremos meternos a mangonear.

Por otro lado, va siendo hora de que esa tribu política –tanto de la derecha como de la izquierda- que parece que se columpia de nosotros, deje de hacer leyes de educación “de partido” y se reúnan, de una vez por todas, a la búsqueda de un consenso nacional que redima, salve y dignifique la sufrida escuela. ¿Formulo una quimérica utopía? Seguro.

Desde luego, las bases de dicho compromiso no las deberían redactar los políticos, aunque sí que deben ratificarlas. Preparar una ley docente, no política y mucho menos politiquera, es faena conjunta de un personal capacitado, técnicos en cuanto a lo material y legal, junto con los docentes que son los que saben de la escuela.

Alguna razón para esgrimir puede ser la aceptación de esa posible ley al margen de sectarismos y de mayorías apisonadoras. Una malicia: los políticos están pasando por la escuela como elefante por cacharrería, aunque posiblemente la escuela no pasó por muchos de ellos.

De educación saben y deben saber los enseñantes como profesionales y los padres como co-educadores. Los políticos saben –si es que saben- de otras cosas… Cada lector que dé rienda suelta a su imaginación y se plantee rezar el rosario de las virtudes –si es que les quedan algunas- y de los vicios y defectos de los políticos que, a buen seguro, algunos tendrán.

A la hora de enfrentarnos con reformas, leyes, cambios, etc., tendremos que pensar en términos de Estado, entendido como la casa de todos, y no en intereses miopes y/o interesados del partido que esté en el Gobierno, sea el que sea.

Si queremos reflotar nuestro sistema educativo tendremos que librar la batalla al margen de los políticos de todos los colores; en caso contrario, estamos abocados a ser un pueblo sumido en una incultura funcional que pervivirá por mucho tiempo.

Tenemos que optar a una escuela del sentido común y la cordura. Una escuela que cuente con profesorado bien preparado y contento –y no me refiero sólo a dinero-; familias que sumen y no que resten; escolares motivados (¿!?) y una Administración generosa dispuesta a echar una mano y no al cuello. ¿Estoy pidiendo la luna? Posiblemente.

La escuela es un problema que venimos arrastrando, en este país, desde hace tiempo. En teoría, hemos conseguido una educación para todos los ciudadanos, pero sólo en teoría; en la práctica, el sistema hace agua y cada vez tenemos más analfabetos funcionales.

De todo este descalabro siguen beneficiándose las clases pudientes que pueden llevar a sus retoños a colegios de pago, donde les enseñan a leer y escribir correctamente, a dominar otros idiomas, así como múltiples estrategias para poder triunfar en la vida. Y como son hijos de ricos saldrán colocados, optando a los mejores puestos.

De los demás hijos de vecinos de clase media-baja, la mayoría de este país, quizás alguno saque beneficios del sistema, después de muchos esfuerzos, con ayuda ahogada de la familia y el donativo de unas becas que poco dan de sí por lo exiguas. De todas formas considero que el tema becas merece un análisis sin argumentos de erizos.

Maestros, maestras, profesores en general, alimentadores de mentes por sembrar y de barbechos actitudinales por desbrozar, no perdamos la esperanza de “producir”, modelar ciudadanos críticos y sobre todo libres.

Enlaces de interés

Ofrezco las fuentes de consulta y reflexión en las que me he apoyado para quien quiera profundizar en el tema.
PEPE CANTILLO
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