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Un Gobierno insensible

Acabar con el gasto innecesario y el despilfarro; la austeridad y hasta los recortes; los ajustes y el apretarse el cinturón pueden doler pero ser, en alguna forma, comprendidos por la población. Pero lo que resulta intolerable es la insensibilidad social. Y el Gobierno tiene en este aspecto una de sus fallas y hasta una de sus lacras más dañinas y más inexplicables.

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Porque no sé si son conscientes –y quizás no sea su propósito- pero sí que parecen hacer gala de un desapego al sufrimiento que genera un creciente rechazo y una más que justificada hostilidad. Y en sanidad es donde, quizás, mejor se perciba esta sensación.

Estaba claro, al menos desde el sentido común, que determinadas situaciones eran insostenibles. Que para garantizar el sistema algunas cosas no podían continuar como estaban. El despilfarro en medicamentos era una de ellas.

Por ello, cuando se planteó, y a pesar de criticas tumultuarias, la medida encontró defensa y argumentos. Y el tiempo dio razón. El ahorro ha sido trascendental y fue mejor esa salida que aquella otra de tener que pagar, aunque fuera un mínimo, por acudir al médico –que también se llegó a susurrar-.

Pero esta nueva vuelta de tuerca de cobrar los medicamentos que sí son imprescindibles y necesarios para los enfermos crónicos –incluso de cáncer, como peor y más descarnado ejemplo- no puede ser percibida de ninguna manera ni como inevitable ni como necesaria.

Primero, porque es una verdadera crueldad añadir esta situación a quienes sufren una enfermedad de tales características; y, en segundo lugar, porque lo que con ello se ahorra es una minucia: se causa un daño importante y, encima, para nada o para casi nada.

Cuando habla el señor Montoro –y nadie pretende que un ministro de Hacienda resulte simpático pues, por su cargo y condición, no es precisamente el encargado de alegrarnos la vida- esta deriva del Gobierno se hace aún más hiriente y patente y, en las dos últimas ocasiones, más evidente no ha podido ser.

En su crítica al cine subvencionado –y en tantas ocasiones “enchufado”- muchos podemos estar de acuerdo, pero en que lo del IVA al 21 por ciento ha sido una torpe barbaridad, también. Y ha sido cosa suya que, además, lo único que ha conseguido es recaudar menos. Ni tienen razón los que siguen pretendiendo que sigamos pagando bodrios ni tampoco la tiene él que, sin duda, ha cometido un lamentable error.

La segunda perla la soltó la semana pasada, cuando nos dijo que no nos han bajado los sueldos. Lo dirá la estadística y, tal vez ahí, en quienes mantienen los convenios, se sustente el dato, pero la realidad es otra y muy otra.

Lo que conocemos no es gente que ahora gana más, sino que todos ganamos menos o mucho menos, con más esfuerzo y más horas, por no hablar de otros muchos, aún peor, que han dejado de ganar porque han dejado a la fuerza de trabajar. Formularlo como lo formuló Cristobal Montoro es agredir los sentimientos de toda la población. Y recrearse en sonrisas satisfechas, un acto de insensatez política y de insensibilidad personal.

ANTONIO PÉREZ HENARES
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