El Grupo Parlamentario Socialista en la Cámara Baja acaba de dar registro de entrada a una Proposición No de Ley por la que solicita la exhumación de los restos de Francisco Franco y el traslado de su actual emplazamiento en la basílica del Valle de los Caídos a aquel que determine la familia.
Del mismo modo, solicita que los restos de José Antonio Primo de Rivera dejen de ocupar un lugar preeminente en el templo para situarlos en otro más discreto, a fin de que “no destaque sobre las demás víctimas”.
Tengo muy claro que el momento en el que se presenta esta iniciativa parlamentaria no busca sino servir de un elemento más de distracción con el que amortiguar el efecto de las buenas noticias económicas generadas por la gestión del Gobierno del PP y silenciar los ecos de las luchas intestinas que se están viviendo en el seno del PSOE, intentando dar pie a la confrontación guerracivilista a fin de radicalizar a la sociedad, una vez más, entre derechas e izquierdas, según sea el posicionamiento del Grupo Parlamentario Popular en el debate de la iniciativa en la Comisión Constitucional del Congreso.
De ahí que confío en que el Partido Popular no caiga en la trampa y no haga de los símbolos un motivo de debate que distraiga a los ciudadanos de lo que realmente ha de interesarles que no es otra cosa que su presente y futuro y las medidas que se están tomando para recomponerlo, después de ocho años de zapaterismo anclados en el pasado.
Por ello que espero, aunque algunos se alarmen por lo que voy a escribir, que el Grupo Parlamentario Popular apoye la iniciativa socialista, no ya por dejar sin esa baza al principal grupo de la oposición, lo que carecería de sentido, sino porque dé un paso al frente a la hora de eliminar las últimas barreras simbólicas que pudieran quedar en la sociedad española tras la guerra fratricida, demostrando, una vez más, aquello que al PSOE no le interesa ver y se empeña una y otra vez en desprestigiar: el sentir democrático y conciliador de la actual derecha española.
Hagamos, efectivamente, del Valle de los Caídos lo que en el artículo 16 de la Ley de la Memoria Histórica, votado en su día a favor por el Partido Popular, se establecía en el sentido de hacer de la basílica “un lugar de culto y cementerio público, sin que pudieran celebrarse actos de naturaleza política, ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas o del franquismo”.
La presencia actual de los restos de Franco no ayuda a ello, cuando ni ha sido un caído en la guerra y, además, ha sido el máximo representante de un régimen autoritario, por lo que sin dejar de olvidar el respeto a los muertos y el papel que ha jugado en casi cincuenta años de la historia de España, puede haber llegado el momento de encontrar otra digna ubicación a los mismos, eliminando así un elemento de fricción, a la vez que abriendo una vía más, por supuesto que simbólica, a la concordia.
Miremos al futuro aún sabiendo que otros siguen queriendo sustentar su razón de ser sobre el pasado y no gastemos nuestro tiempo político en aquello que otros desearían que lo dilapidásemos: en la confrontación estéril y no constructiva.
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Tengo muy claro que el momento en el que se presenta esta iniciativa parlamentaria no busca sino servir de un elemento más de distracción con el que amortiguar el efecto de las buenas noticias económicas generadas por la gestión del Gobierno del PP y silenciar los ecos de las luchas intestinas que se están viviendo en el seno del PSOE, intentando dar pie a la confrontación guerracivilista a fin de radicalizar a la sociedad, una vez más, entre derechas e izquierdas, según sea el posicionamiento del Grupo Parlamentario Popular en el debate de la iniciativa en la Comisión Constitucional del Congreso.
De ahí que confío en que el Partido Popular no caiga en la trampa y no haga de los símbolos un motivo de debate que distraiga a los ciudadanos de lo que realmente ha de interesarles que no es otra cosa que su presente y futuro y las medidas que se están tomando para recomponerlo, después de ocho años de zapaterismo anclados en el pasado.
Por ello que espero, aunque algunos se alarmen por lo que voy a escribir, que el Grupo Parlamentario Popular apoye la iniciativa socialista, no ya por dejar sin esa baza al principal grupo de la oposición, lo que carecería de sentido, sino porque dé un paso al frente a la hora de eliminar las últimas barreras simbólicas que pudieran quedar en la sociedad española tras la guerra fratricida, demostrando, una vez más, aquello que al PSOE no le interesa ver y se empeña una y otra vez en desprestigiar: el sentir democrático y conciliador de la actual derecha española.
Hagamos, efectivamente, del Valle de los Caídos lo que en el artículo 16 de la Ley de la Memoria Histórica, votado en su día a favor por el Partido Popular, se establecía en el sentido de hacer de la basílica “un lugar de culto y cementerio público, sin que pudieran celebrarse actos de naturaleza política, ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas o del franquismo”.
La presencia actual de los restos de Franco no ayuda a ello, cuando ni ha sido un caído en la guerra y, además, ha sido el máximo representante de un régimen autoritario, por lo que sin dejar de olvidar el respeto a los muertos y el papel que ha jugado en casi cincuenta años de la historia de España, puede haber llegado el momento de encontrar otra digna ubicación a los mismos, eliminando así un elemento de fricción, a la vez que abriendo una vía más, por supuesto que simbólica, a la concordia.
Miremos al futuro aún sabiendo que otros siguen queriendo sustentar su razón de ser sobre el pasado y no gastemos nuestro tiempo político en aquello que otros desearían que lo dilapidásemos: en la confrontación estéril y no constructiva.
ENRIQUE BELLIDO