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Dos años de oposición

En las últimas semanas, las columnas de la izquierda han lanzado toda su artillería contra la gestión nefasta de Rajoy al frente de la Moncloa. Se ha hablado, y mucho, de las mentiras de la derecha y, sobre todo, del desmantelamiento literal del Estado del Bienestar. Escribir más de lo mismo significaría, por parte de la crítica, echar más leña al fuego sin analizar, con acierto, los mimbres para apagarlo.

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Llegados a este punto, es de recibo hacer autocrítica progresista y mirar con lupa los dos años de Rubalcaba en su pugna por el cetro. Hace tiempo escribí sobre las grietas que salpicaban al partido socialista desde el "sapo tragado" la noche del 20-N.

Decía entonces que Alfredo, a pesar de todos sus años de experiencia política, representaba páginas pasadas de los puños y las rosas. Rubalcaba, cierto, era un "viejo zorro" de las triquiñuelas políticas, pero, sin embargo, formaba parte de las heridas de Zapatero.

Después de dos años con Alfredo a la cabeza, el PSOE continúa en el kilómetro cero del zapaterismo tardío. A día de hoy, el sprinter de la izquierda no ha conseguido adelantar, a pesar de los soplos a favor, a un pelotón compuesto por ciclistas de segunda.

Es, precisamente, este hecho extraído de las encuestas recientes, el que invita a la crítica intelectual a mirar de reojo las tierras agrietadas de una "rosa marchitada". "¿Por qué la casa de Ferraz –se preguntaba un bombero de Madrid- no consigue apagar, de una vez por todas, una España en llamas a punto de cenizas?". Por el debilitamiento ideológico del partido; por la falta de liderazgo –en palabras de Felipe-, y; por la configuración de un partido, más parecido a un corral de gallos que a una organización política.

Son, estas tres patas de la mesa, las que deben revisarse para evitar que sus comensales pierdan el equilibrio. La última Conferencia Política de los "socialistas" se habló, largo y tendido, de regeneracionismo ideológico, pero dejaron en los cajones del olvido la cuestión del liderazgo y las líneas del partido.

En aquella Conferencia se recuperó la música oxidada de los tiempos zapateristas. Se habló de igualdad y protección social como banderas incuestionables de la socialdemocracia occidental. Se criticó hasta la saciedad la gestión de la derecha, pero, sin embargo no se habló de Europa como problema principal de la desideologización actual.

"¿Quién nos avisó de los riesgos de Europa?", se preguntaba el cuñado de Alejandra. "¿Quién nos dijo que el invento europeo solo valía la pena en tiempos de bonanza?". Nadie, querida Alejandra, nadie.

Por ello, mientras los marcos europeos no cambien las esculturas que los decoran, no nos podremos creer el discurso de la izquierda. Por muy poco estético que sea, señores y señoras, las políticas de Merkel no convergen con el "rubalcalismo" fracasado. No convergen, porque mientras la socialdemocracia tira para la igualdad, el neoliberalismo lo hace hacia el mercado.

No convergen, decía, porque, aunque un hipotético gato maullara en los techos merkelianos, siempre habrá un dóberman que espantará al más rebelde de los felinos. Por ello, querida amiga, hasta que no nos concienciemos de que la solución a nuestro problema no pasa por nuestro rodillo sino por las brochas de arriba, es poco inteligente seguir "erre que erre" haciéndonos daño en el seno de la herida.

En estos dos años, al PSOE le ha faltado levantar la pasión a una izquierda entristecida. Digo la "pasión" y digo bien, porque en la España que vivimos, la inmensa mayoría de la población ha perdido la razón en los partidos idealistas.

Una sociedad electoral que no cree en las siglas de su partido, es absurdo reorientarla por las calles del pasado. ¿No sería más inteligente articular un PSOE antieuropa para recuperar su encaje ideológico en el ideario colectivo?

Si miramos a nuestros vecinos de arriba, los franceses, nos daremos cuenta que mientras Hollande intenta conciliar al gato –Francia- con el perro –Europa-, Le Pen, por su parte, articula una alianza neoliberal en consonancia con la ideología merkeliana.

Si François hubiera optado por el discurso euroescéptico alejado de la línea presente, otro gallo hubiese cantado en las encuestas neoliberales. Por ello, señores y señoras, es necesario que el PSOE busque alianzas, al igual que Le Pen, con partidos socialdemócratas occidentales. Partidos progresistas, convencidos de que su veneno es Europa. Mientras no se busque la anestesia en otros rincones del globo, tendremos a Rajoy hasta en la sopa. Al tiempo.

ABEL ROS

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