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El espía surgido del frío

Fue un secreto guardado celosamente. Durante años, hubo muchos comentarios que señalaban a John Le Carré, el mejor escritor de novelas de espionaje, como un antiguo agente de los servicios secretos ingleses. Tuvieron que pasar décadas antes de que reconociera su apasionante labor como agente secreto. Esta es su historia.

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“Sí, sería ingenuo negarlo ahora. Primero estuve en el MI5 y después en el MI6. Pero nunca hablo sobre lo que hice; sencillamente, no se puede”. Corría el año 1993 cuando el gran escritor David Cornwell, conocido en el mundo entero como John Le Carré, reconoció al fin que su profundo conocimiento sobre el mundo del espionaje inglés no se basa exclusivamente en su capacidad de investigación, sino en que había sido uno de ellos.



El creador de ese personaje apasionante que fue Smiley reconoció, en una entrevista concedida a ABC, que su carrera comenzó cuando estaba estudiando en la Universidad de Berna, en Suiza: “Me encontraba muy integrado en la comunidad inglesa. Un diplomático me encargó algunos trabajos tan triviales y minúsculos que realmente no tenían ninguna importancia, pero yo iba por el mundo considerándome el mayor espía del mundo y le entregaba un paquete a un caballero en Ginebra o buscaba a alguien con un ejemplar de la revista 'Time' de la semana pasada. Fuere como fuere, yo me veía como la personificación masculina de Mata-Hari”.



Después, Cornwell fue a estudiar al Lincoln Collage de Oxford, donde le encargaron espiar a sus compañeros para detectar la presencia de agentes soviéticos: “Existía la convicción de que los rusos, los soviéticos y sus aliados, tratarían de reclutar entre las filas de los estudiantes de Oxford en los años cuarenta de la misma manera que lo habían hecho en Cambridge durante los años treinta”.



Posteriormente, “fui reclutado por las ramas civil y militar de los servicios de inteligencia. Creo que cuando se me presentó la opción me pareció intensamente atractiva. Es como si toda mi vida hubiera sido una preparación para ese momento. Era entrar en el sacerdocio”.



Tras cumplir los 21 años, fue enviado a Viena: “Era absolutamente necesario y desde luego una gran responsabilidad para alguien aún muy joven. Pero allí fue donde aprendí los rudimentos del espionaje”.



El origen de su alias John Le Carré está en que cuando se decidió a publicar su primer libro en 1961, sus jefes no le pusieron problemas, pero le advirtieron que siendo espía no podía utilizar su auténtico nombre. Así que un día, mientras iba en autobús lo tomó prestado del anuncio publicitario de una sastrería.



Desde 1960 hasta 1964 trabajó en la embajada inglesa en Bonn. Allí contempló cómo se levantaba el muro de Berlín, lo que le llevó a escribir su primera gran novela, El espía que surgió del frío. Poco después, gracias al gran éxito que obtuvo, abandonó el MI6. El espionaje perdió un gran agente y los lectores ganamos al mejor de los novelistas.

FERNANDO RUEDA
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