El exportavoz de Batasuna y líder de la izquierda abertzale durante un montón de años, Arnaldo Otegi, tiene el discutible honor de ser uno de los españoles que más ha sido espiado por el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) y por el espionaje de otros países.
Otegi salió de prisión hace unos días para asistir al funeral de su suegra y estuvo algo más de una hora en su casa de Elgoibar (Guipúzcoa) con su familia y algunos amigos. Este hecho, aparentemente sin mucha importancia, me recordó una de las escasas acciones del CNI contra él que fue descubierta hace años.
Varios funcionarios de una compañía telefónica llamaron a la puerta de su casa y le pidieron a su mujer que les dejara pasar porque estaban instalando un cable en otro piso. Otegi no estaba y su pareja no vio inconveniente en ayudar a unos trabajadores. Lo que pasó después la hizo arrepentirse de esa decisión.
Notó que los hombres se separaban, por lo que no la era posible saber lo que estaban haciendo en cada momento. Pero sí notó que miraban detenidamente cada cuarto y que hacían cosas extrañas.
Cuando se fueron consiguió que un amigo llamara a la empresa a la que decían representar y confirmó que no tenían operarios en esa zona. Ya no podía hacer nada contra ellos, pero estaba claro que eran agentes operativos del CNI en misión secreta.
Esta es una de las muchas acciones sobre Otegi que el espionaje ha llevado a cabo para conocer sus movimientos. En cuanto comenzó su carrera política, la delegación del servicio en el País Vasco procedió a engordar el dossier sobre él. Le hicieron un control integral de relaciones que descubrió quiénes eran sus amigos, lo que bebía, si pagaba las facturas, si era dialogante y si mantenía contactos con ETA.
Fruto de esa vigilancia intensa, más que con cualquier otro líder abertzale, fue la información facilitada tras el 11-M, gracias a escuchas telefónicas, de que Otegi estaba absolutamente sorprendido de que ETA pudiera haber cometido los atentados.
Incluso ahora, en la cárcel, sigue el control sobre sus actividades y las ideas que defiende sobre el proceso de paz y la posibilidad de que algún día Euskadi se independice. Puede estar entre rejas, pero día a día se sigue engordando la carpeta que lleva el nombre "Arnaldo Otegi"
Otegi salió de prisión hace unos días para asistir al funeral de su suegra y estuvo algo más de una hora en su casa de Elgoibar (Guipúzcoa) con su familia y algunos amigos. Este hecho, aparentemente sin mucha importancia, me recordó una de las escasas acciones del CNI contra él que fue descubierta hace años.
Varios funcionarios de una compañía telefónica llamaron a la puerta de su casa y le pidieron a su mujer que les dejara pasar porque estaban instalando un cable en otro piso. Otegi no estaba y su pareja no vio inconveniente en ayudar a unos trabajadores. Lo que pasó después la hizo arrepentirse de esa decisión.
Notó que los hombres se separaban, por lo que no la era posible saber lo que estaban haciendo en cada momento. Pero sí notó que miraban detenidamente cada cuarto y que hacían cosas extrañas.
Cuando se fueron consiguió que un amigo llamara a la empresa a la que decían representar y confirmó que no tenían operarios en esa zona. Ya no podía hacer nada contra ellos, pero estaba claro que eran agentes operativos del CNI en misión secreta.
Esta es una de las muchas acciones sobre Otegi que el espionaje ha llevado a cabo para conocer sus movimientos. En cuanto comenzó su carrera política, la delegación del servicio en el País Vasco procedió a engordar el dossier sobre él. Le hicieron un control integral de relaciones que descubrió quiénes eran sus amigos, lo que bebía, si pagaba las facturas, si era dialogante y si mantenía contactos con ETA.
Fruto de esa vigilancia intensa, más que con cualquier otro líder abertzale, fue la información facilitada tras el 11-M, gracias a escuchas telefónicas, de que Otegi estaba absolutamente sorprendido de que ETA pudiera haber cometido los atentados.
Incluso ahora, en la cárcel, sigue el control sobre sus actividades y las ideas que defiende sobre el proceso de paz y la posibilidad de que algún día Euskadi se independice. Puede estar entre rejas, pero día a día se sigue engordando la carpeta que lleva el nombre "Arnaldo Otegi"
FERNANDO RUEDA