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Cualquiera se cansa

Mira uno la vida desde la ventana y le da pereza abrir las puertas y salir a la luz o a las tinieblas. Todo depende cómo se mire. Si ahora miramos el mundo sin telescopio, vemos un paisaje que abruma en lontananza y aquí al lado buscamos las ascuas del fuego apagado y del futuro que nos dibujaron y fabricaron a la medida, sin brechas y sin vacíos significativos.

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Y ahora, del golpe, nos da la impresión que alguien nos vendió gato por liebre, que aquel traje hecho a medida nos viene estrecho para esta crisis, le quedan cortas las mangas y el color se ha desteñido por momentos.

Miramos afuera y los días se insinúan sinuosos y hostiles, y la noche es un pantano de dudas y deudas sin solución posible. Y es así que vamos pasando las páginas de los periódicos buscando un titular que no está y una noticia que alguien ha usurpado de sus páginas sin nuestro consentimiento.

No hay respuesta que apague nuestras convulsiones internas ni que infle la nómina como si fuera un chicle. No hay respuesta a este momento de incertidumbre. Porque nadie dice nada ni sabe de esta verdad que nos asoma al cataclismo, ni le pone nombre a las mentiras en las que queremos seguir creyendo.

Ahora sabemos que la sociedad del bienestar se va al carajo, ahora sabemos que nunca fuimos ricos ni lo seremos nunca más y que los inmigrantes han comenzado a regresar a sus países porque no se quieren comer nuestra miseria.

Sabemos también que la Embajada de EE.UU. en Madrid mostraba un especial interés por el ex presidente del Gobierno José María Aznar. Y él que pensaba que Bush le amaba con fruición y desinterés, como si aquello fuera un amor de primavera. Y ahora los papeles secretos del Departamento de Estado nos muestran las dudas que Aznar tenía sobre la entereza y capacidad de Mariano Rajoy de conducir a este país por el camino de la unidad nacional, tal como él lo hubiera hecho sin pestañear, aunque se le metiera un enjambre de abejas en el ojo. De ahí la frase que nos ha hecho esbozar una mueca que no llegó a tal porque se nos quedó la sonrisa congelada: “Si veo a España desesperada quizá tendría que volver a la política”.

Uno se cansa de tanto mesías enano y con bigote, inflado de vanidad y escaso de conocimiento. No sé qué tiene este país que amamanta con sus ubres a tantos salvapatrias y después nos los pone en la poltrona para abrir un paréntesis vergonzoso en nuestra historia más reciente.

Sabíamos que éstos eran malos tiempos para la lírica, pero estos otros que empezamos a pisar son malos también para bolsillos propios y ajenos. Nadie nos salva de morder este fuego que alguien atiza sin contemplaciones desde otra finca a la que no tenemos acceso.

Lo peor es que los periódicos se han quedado mudos y no atisban a anunciar las catástrofes previsibles porque andan preocupados midiendo su ideología interna. No les preocupa ya tanto qué piense o sienta el lector, como tampoco les preocupa de qué materia están hechos sus periodistas, porque hoy la profesión son piezas desconectadas entre sí y componen un puzzle que nadie acierta a componer de modo que todo tenga sentido.

Este periodismo programado y de declaraciones que vive una vida frugal y efímera morirá pronto a nuestros pies, cuando ya todos volvamos a calzar alpargatas y sepamos definitivamente que los derechos humanos, sean cuales sean, del trabajador o del menor, de la mujer o del gay, hay que conquistarlos cada día, porque si no alguien vendrá a arrebatárnoslos. Porque los lobos hoy habitan las ciudades y han dejado los montes libres para las liebres y los jilgueros.

A veces, todos nos cansamos de soñar, porque los sueños, como las nubes, vienen y van sin rumbo, y los días grises nos devuelven una nostalgia que habíamos desechado en el paragüero y que ahora necesitamos sin titubeos y sin compasión.

Después, sin embargo, la mañana anuncia un día luminoso y de pronto olvidamos que el invierno es fugaz y que, pese a todas las circunstancias esquivas que nos atenazan, no nos queda otro remedio que salir a la calle a gritar o a beber, a saber que los malos tiempos tienen los días contados y que sólo depende de nosotros enderezar la curva del camino.

A veces, miro la primera página del periódico y no encuentro la noticia que buscaba, y sé que, en parte, también yo soy culpable de no hallar el titular que quiero y que otros como yo no hemos escrito. Porque todos sabemos y hemos olvidado que algunos titulares deben ser colectivos e indelebles.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
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