Empezamos de nuevo, en el mismo lugar, pero con el alma más vieja pero ¿más sabia? Más sabe el diablo por terco que por viejo. Si no fuera así, el diablo, en algún preciso instante, puede cansarse de su quehacer y emprender vida en otros lares diferentes al infierno. Y es muy terco. Milenios lleva enclaustrado en su marmita de dolores, penas e injurias. Porque él no entiende una vida a la que no se le castigue por sus pecados.
Me surge una duda: ¿el Diablo es mi instinto animal? ¿Son mis sentimientos? ¿Es acaso Dios mi razón? Comparemos. Infierno: lugar donde se consumen los pecadores de alma y cuerpo. Inconsciencia: lugar donde se recogen todos nuestros instintos. Instintos: voluntad abandonada a la satisfacción de una necesidad emocional y/o sensitiva y que no obedece a una moral ni a ninguna ética.
En definitiva, la inconsciencia es la parte del ser humano más animal y el ser humano, al racionalizarlo, es consciente de que sus actos tienen una consecuencias a largo y corto plazo, tanto para él como para los que le rodean.
El ser humano debe medir la forma, el cuándo, el dónde y con quién satisfacer sus necesidades emocionales para encontrar cierta armonía entre él y el entorno. Encontramos, pues, en la razón un atisbo de peculiaridad, ya que gracias a este mecanismo evolutivo, podemos adaptarnos unos con los otros y reglamentar nuestra conducta acorde al avance del conocimiento humano.
Por lo tanto, cuando el ser humano abandona la razón y es esclavo de su parte animal perece en el infierno, en la eterna culpa de ver las consecuencias de sus actos y no poder controlarse a sí mismo. El cielo lo encontramos arriba y es nuestra paz perpetua.
Los grandes reyes, predicadores, profetas, amantes, profesores, médicos, físicos, músicos y un sinfin de atributos varios, están allí celebrando la victoria al sentir animal. Le han hecho claudicar, fluctuar. Son dueños de la razón porque, si hay algo evidente, es que la razón no te posee, tú la posees y, en cambio, un sentimiento nunca lograrás poseerlo: él te posee, porque es una interacción entre el individuo y el entorno.
Nosotros podemos llegar a poseer el cielo, hacer lo que nos plazca en él, pero a veces nos posee el infierno, nos poseen los sentimientos. Uno no es mejor que otro. Son tan diferentes que se necesitan para existir, para darse vida. Adquiere su significado a partir de su opuesto.
Y aquí estoy yo, cuerpo, en mitad del Infierno y del Cielo, en lo terrenal. ¿Necesito explicar los procedimientos emocionales y racionales de mi alma a través de la explicación de los procedimientos físicos y químicos de mi entorno? Necesitamos conceptualizarlo todo.
Cuando no existe un conocimiento exacto de nuestro entorno nosotros nos lo imaginamos a través de nuestro sentir, no de la razón, ya que ésta es análoga al conocimiento del alma. Y me refiero a "alma" como un todo: la conjunción del inconsciente, consciente y mi cuerpo. Esa es mi alma: todo aquello que habita de mi cuerpo para dentro.
Pero, ¿qué hay de mi cuerpo para fuera? ¿Solo hay piedras? Pienso que no. Es más, lo siento. Siento cómo alimenta mi alma, que la prepara y adapta, pero ella siempre es rebelde. Aquello que forma el entorno es algo independiente de mi alma, pero los dos interaccionamos, podemos modificarnos y plasmar lo más profundo de nosotros. ¿Y cómo puedo llamar esa conjunción? Las dos almas independientes ellas, forman otro uno: forman Dios.
Me surge una duda: ¿el Diablo es mi instinto animal? ¿Son mis sentimientos? ¿Es acaso Dios mi razón? Comparemos. Infierno: lugar donde se consumen los pecadores de alma y cuerpo. Inconsciencia: lugar donde se recogen todos nuestros instintos. Instintos: voluntad abandonada a la satisfacción de una necesidad emocional y/o sensitiva y que no obedece a una moral ni a ninguna ética.
En definitiva, la inconsciencia es la parte del ser humano más animal y el ser humano, al racionalizarlo, es consciente de que sus actos tienen una consecuencias a largo y corto plazo, tanto para él como para los que le rodean.
El ser humano debe medir la forma, el cuándo, el dónde y con quién satisfacer sus necesidades emocionales para encontrar cierta armonía entre él y el entorno. Encontramos, pues, en la razón un atisbo de peculiaridad, ya que gracias a este mecanismo evolutivo, podemos adaptarnos unos con los otros y reglamentar nuestra conducta acorde al avance del conocimiento humano.
Por lo tanto, cuando el ser humano abandona la razón y es esclavo de su parte animal perece en el infierno, en la eterna culpa de ver las consecuencias de sus actos y no poder controlarse a sí mismo. El cielo lo encontramos arriba y es nuestra paz perpetua.
Los grandes reyes, predicadores, profetas, amantes, profesores, médicos, físicos, músicos y un sinfin de atributos varios, están allí celebrando la victoria al sentir animal. Le han hecho claudicar, fluctuar. Son dueños de la razón porque, si hay algo evidente, es que la razón no te posee, tú la posees y, en cambio, un sentimiento nunca lograrás poseerlo: él te posee, porque es una interacción entre el individuo y el entorno.
Nosotros podemos llegar a poseer el cielo, hacer lo que nos plazca en él, pero a veces nos posee el infierno, nos poseen los sentimientos. Uno no es mejor que otro. Son tan diferentes que se necesitan para existir, para darse vida. Adquiere su significado a partir de su opuesto.
Y aquí estoy yo, cuerpo, en mitad del Infierno y del Cielo, en lo terrenal. ¿Necesito explicar los procedimientos emocionales y racionales de mi alma a través de la explicación de los procedimientos físicos y químicos de mi entorno? Necesitamos conceptualizarlo todo.
Cuando no existe un conocimiento exacto de nuestro entorno nosotros nos lo imaginamos a través de nuestro sentir, no de la razón, ya que ésta es análoga al conocimiento del alma. Y me refiero a "alma" como un todo: la conjunción del inconsciente, consciente y mi cuerpo. Esa es mi alma: todo aquello que habita de mi cuerpo para dentro.
Pero, ¿qué hay de mi cuerpo para fuera? ¿Solo hay piedras? Pienso que no. Es más, lo siento. Siento cómo alimenta mi alma, que la prepara y adapta, pero ella siempre es rebelde. Aquello que forma el entorno es algo independiente de mi alma, pero los dos interaccionamos, podemos modificarnos y plasmar lo más profundo de nosotros. ¿Y cómo puedo llamar esa conjunción? Las dos almas independientes ellas, forman otro uno: forman Dios.
DANY RUZ