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Rafael Soto | Una reivindicación de Santiago Ramón y Cajal

En esta época de postmodernidad y fanatismo político y/o religioso, resulta una delicia la lectura de los sabios del pasado. Han existido y existen grandes académicos, personas muy cultivadas y, sin embargo, pocas que hayan dejado manifestación de auténtica sabiduría. Dentro de las imperfecciones que tenemos todos, Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) fue una de estas singularidades.


El premio Nobel es conocido y reconocido por su obra científica, pero mucho menos por sus actividades humanísticas. Hombre de su tiempo, perteneció a esa generación que sufrió con dolor la pérdida de los últimos territorios de Ultramar, en 1898. De hecho, él mismo estuvo destinado en Cuba como médico militar.

Miembro de aquella España decadente, Ramón y Cajal participó en el movimiento regeneracionista. Ofreció numerosas obras y, sobre todo, columnas periodísticas donde expuso análisis y posibles soluciones para los problemas de España. Llegó a aventurarse en la política pero, como todo aquel que tiene buenas intenciones en este ámbito, acabó escaldado.

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Frente a los que ven el mundo en blanco y negro, que tanto abundan, él sostenía: “La pretensión a la absoluta consecuencia o a la infalibilidad doctrinal denota escasa lectura (hombre de un solo libro, que decían los antiguos) o un cerebro de estructura harto elemental”.

Sin embargo, su trabajo humanístico no quedó ahí. Aparte de su fecunda producción científica y fotográfica, ofreció varios trabajos literarios y autobiográficos como los Cuentos de vacaciones, Recuerdos de mi vida, El mundo visto a los ochenta años y, sobre todo, sus fogonazos de ingenio en las Charlas de café.

Quitando quizá a Gregorio Marañón (1887-1960), no ha habido en España nadie que haya conciliado de manera productiva una mente tan preclara con una labor científica y humanística. Sin embargo, su obra es desconocida por el gran público, y se obvia con ello una visión del mundo y del país del que mucho nos podemos enriquecer.

Haereticus dixit

RAFAEL SOTO
FOTOGRAFÍA: MNCN – CSIC (J.P. BELLIDO)

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